Ese es la Herida.
Un espacio en donde el cuerpo habita el hambre, En donde tu nombre se pasea con Noches. El sigilo de los vientos, Cuando la noche va en molinos. Y cantar, Cantar, Cantar Como negra es la madre entre los cuervos. |
El deseo por el cuerpo. La busqueda del cuerpo en el cuerpo del Padre. Herir. Herir. Herirse. La Realidad es solo un deseo.
Hastíado de no ser elegido o deseado. Me configuro invocando la sangre de Pizarnik y Huidobro. Ahora soy el mago. Los elementos emigran a mi boca y su cielo eterno
Un espacio en donde el cuerpo habita el hambre, En donde tu nombre se pasea con Noches. El sigilo de los vientos, Cuando la noche va en molinos. Y cantar, Cantar, Cantar Como negra es la madre entre los cuervos. |
El deseo de pedir una parte del cuerpo y donarla entre susurros. El deseo de ser el Padre y El Hijo en una canción por la mañana, habitando los cirios. Todo. Los cerros guardan el nombre de la primavera y los ecos de los árboles me vienen a buscar desde mi ventana. Es tiempo para las entregas y tiempo para segar el corazón. Un manido recuerdo de colores que se posa en la alberca. Trajes del silencio para dibujos sin tiempo. Así, mi Amor canta a los Aedas. Así, tu risa protesta madrugadas y Lunas abiertas. Es el Eco. La Furia. Las manos que calladas, destejen la distancia. Y nada nos precipita: Deseo en la luz y entre cristales. Deseo del río que lleva las notas. Deseo de un abrigo, raído entre tus brazos, Soles y copas, Madrigales y silvestres oratorios. |
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Entre el amor del Padre y el Hijo, mi alma se solaza.
Esta es la noche y su desabrigo. Ésta la sombra donde los ríos vienen a pastar.
Nada es en el tiempo, ni la huella con su risa, ni el oro con sus verbos.
Entonces clamo. Digo el nombre del Padre y hallo el Silencio.
En ese Silencio me desnudo, contemplo mi llanto y me desposeo como un niño.
Hablo con la roca, con el trigo en su total diferencia. Riego la sal con oraciones y me entrego, me entrego por no saber.
La noche va hacia el fozo. El padre cielo castrador Sus hijos en la tierra llaman su templanza. Devorar es el encuentro Se atienden los tormentos; Emigra la guadaña Para transmutar el firmamento. Cae entonces el cielo Entre mendigos de estrellas silentes El tiempo no es en vano Su muerte Ya es canto de sirena. Noche de la sangre. Devuélveme el sexo del padre Trae en la copa Su savia enlodada. Noche, Que no dude tu mano. Tender el odio en el firmamento De padre contra padre Prelugio sobre profecías, Hambre sobre la ira. Noche Ahora gigantes en la Tierra O la culpa del Mar En ojos y hierro entretejida. Del padre al padre con el tiempo vaciado Copa eterna, Cielo raso Temblor y ecos. SACRUM FACERE. |
Deseo Intento asir algo del deseo. Es un color una fuerza y me debo asir a él. Es el púrpura y es un silencio, como el del cultivo de un cuerpo que se va. Las fuerzas se entregan. Resurge entonces. La calma no me va, renuncio a su violencia Deseo por el espejo o la llama doble, Deseo por el beso en carnes vivas, El campo o la batalla, los mares terrestres bajo el sol de nieve. El deseo por verse al Padre, por ser el padre, lamiendo su cuerpo: Oh, bendito, aquel que no se dice!. Amarse con una profunda sed: beber en el asco. Deseo. Devorar hasta en sueños. Refugio para salmos y santos y santos , santos que claman por sexo. Deseo Ello improdigable en el camino o en el cierzo. Cuánta verdad en los templos, mientras temblamos en el lecho . Esperma entre las manos, bendito los testigos que acuden a su cena. Nada en el olvido. Tras trans abulia de los pesos. Deseo No fingido, Como niño, como herida, como rastros en la madera. Deseo Deseo por el deseo, una fuente o una tarde de verano cuando nos aferramos. Deseo: ser amado por todos. Coger el pecho, el labio el borde y Entrar. Si. Entrar Ese Colgado en mi merienda. Ese. Un sudor entre la rosa quieta. Ese Y la avenida abotargada. Ese Límpida la paz, límpida la cerveza. Deseo Deseo Deseo |
Aumenta la ofensiva, Se despliega un papel en donde detenerse Algo no cambia Y seguimos siendo el mismo En la vereda O en cualquier templanza. |
Ir y venir Repentinamente me encuentro con el sueño y le cojo por el sombrero. Me comparo y río. Es un arte de incendios. Me dice ir y venir, Virtudes teologales le respondo. En ocasiones sucede, El nombre es solo un eco Porque al mirar el cuerpo El río ya ha partido con silencios. Ahora se besa. Su frente es un cirio donde va a dar mi pereza. Yo no soy y su asco es el que tempera. “Mira cómo soy, recuerda lo que siento” tarde para el viento, tarde movimiento, destello copa veo qué es el silencio sueño, otro verso? Un hombre del norte? Un bosquejo? |
La dama blanca: Ok. Este es mi acto de devorar. Para sentir una vez el cuerpo y dejar de heder. Está bien. En esta ocasión soy Emily Dickinson. Visto mi traje blanco y me oculto de mis amigos en mi viejo caserón. Me travisten. Soy la dama, la bienamada de su soledad. Escribo cartas como loca. Las armo y las adoro en el silencio. El otoño me baña con su sangre. Soy. Ahora los recuerdos del cuerpo y de éstos, mis pequeños poemas cifrados. Yo tan frágil, escondida en la serenidad del acantilado. Éstas, mis manos, configurarán el cuerpo? Seré acaso la oradora? Es el deseo de verse en el seno de María y ser. Es la angustia de la manzana que rueda en los labios de Eva... No hay deseo mayor que el de ser devorada por las hachas. Este es mi centro en donde soy carcomida, en la soledad de mis carnes baldías. Me necesito con asco, así, despojada de la flor y mi secreto. Ruedo por las escaleras . Soy la dama blanca. Bendíganme con sangre, bendíganme con el hambre. Ese es mi devorar. 21 de julio, 02 : 17 minutos a.m 2005. |