La dama blanca: Ok. Este es mi acto de devorar. Para sentir una vez el cuerpo y dejar de heder. Está bien. En esta ocasión soy Emily Dickinson. Visto mi traje blanco y me oculto de mis amigos en mi viejo caserón. Me travisten. Soy la dama, la bienamada de su soledad. Escribo cartas como loca. Las armo y las adoro en el silencio. El otoño me baña con su sangre. Soy. Ahora los recuerdos del cuerpo y de éstos, mis pequeños poemas cifrados. Yo tan frágil, escondida en la serenidad del acantilado. Éstas, mis manos, configurarán el cuerpo? Seré acaso la oradora? Es el deseo de verse en el seno de María y ser. Es la angustia de la manzana que rueda en los labios de Eva... No hay deseo mayor que el de ser devorada por las hachas. Este es mi centro en donde soy carcomida, en la soledad de mis carnes baldías. Me necesito con asco, así, despojada de la flor y mi secreto. Ruedo por las escaleras . Soy la dama blanca. Bendíganme con sangre, bendíganme con el hambre. Ese es mi devorar. 21 de julio, 02 : 17 minutos a.m 2005. |
Saturno 5 : Cuando devorar se hace necesario
El deseo por el cuerpo. La busqueda del cuerpo en el cuerpo del Padre. Herir. Herir. Herirse. La Realidad es solo un deseo.
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Hastíado de no ser elegido o deseado. Me configuro invocando la sangre de Pizarnik y Huidobro. Ahora soy el mago. Los elementos emigran a mi boca y su cielo eterno
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