Peregrino Deseo
Se comprende bien que se desea lo que no se tiene. Se puede entonces desear el odio?, el propio odio para aseverar su fuerza? Se desea la belleza: la del cuerpo, la de la mente; la del alma. Yo deseo la fuerza del propio desear. Y es que en esta noche siento frente a un espejo y le expongo su rostro al deseo: Rastros, rastros, rastros. Un fuego. Algo que se detiene. Una palidez más viva que el aire. Una fe cálida por lo que todavía se entreteje. Una cuerda y una bala. Se comprende que el deseo entierra su fuerza en la Copa. Yo, bebo de ella y me entierro ahora en él. Se comprende que sea un acto ensimismado, en donde se convida al amanecer a cavar por completo sus propios rayos para ser en su perplejo. Se comprende en el hambre su virtud, la de destruir lo que conocemos: unas cuentas para la bruma; un silbido para el tormento. Sed. Sed Sed a cuestas un deseo. Una plegaria, Unos labios Las manos y la vigilia. Se comprende en el peregrino que odia los pasos que lo lastiman. Allí va, como peregrino, como polvo entre los frutos; como ayes de cobarde. |
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