Ver al palpar.
Entonces, un árbol de manzanas, inundó el cáliz. Sus ramas bailaban al son de un viento fresco, mientras yo trataba, no sin esfuerzo, recoger la Sangre que era derramada. Al cogerla, había tal fuego en mí, que por poco era ido con Uno- Verbo. Sin embargo, el árbol continuaba su baile y su fruto era la Alianza de esa Luz que no perece. Eva era su propia Ave y la Palabra volvía a entrever su reflejo en las aguas serenas. |
2 Comments:
Sin duda es uno de tus poemas mejores. Gracias por enseñárnoslo. Me gusta mucho lo del Ave de evA; casi como un palíndromo.
qué bonita iluminación.
saludos medievales,
ana.
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